Dios Es . . . 2

Santo, Santo, Santo

By Richard Martínez, Pastor Principal, August 28, 2022

INTRODUCCION

A través de esta serie estamos buscando descubrir conceptos de Dios, quien es y de las cualidades que lo distinguen. Porque la manera en que veamos a Dios determinará la manera en que nos veamos a nosotros mismos.

Creo que en ocasiones cometemos el error de ver a Dios desde la perspectiva estrictamente humana, y el problema que existe con eso, es que aunque fuimos creados a su imagen y semejanza, podemos llegar a menospreciar a Dios hasta hacerlo a imagen y semejanza nuestra.

Por ejemplo; hay personas que dicen cosas como:

  • ¿Y dónde estaba Dios cuando esto o aquello sucedió?
  • ¿Qué Dios es ese, que permite tal cosa?
  • ¿Y por qué Dios no hace esto o aquello?

Y rebajan a Dios a sus pensamientos ridículos y limitados, porque ellos creen que al pensar de cierta manera, Dios tiene que pensar igual. Otros ejemplos de esto podría ser cuando sabemos que la Biblia nos reta a algo que es difícil, como: Al que me niegue, yo lo negaré… y decimos, pero Dios entiende que si te apuntan con una pistola en la cabeza, no pasa nada si lo niegas. Traigan los diezmos al alfolí… y decimos, pero Dios sabe que si tienes necesidad no tienes que traerlos, porque él conoce tu corazón; rebajamos a Dios a nuestra imagen y semejanza, y lo que es peor a nuestros sentimientos, e ignoramos la verdad que encontramos en las Escrituras.

Por eso en este día hablaremos de un tema que para mí es sumamente importante, hablaremos de la Santidad de Dios.

MENSAJE

La Santidad De Dios

El término “santo” significa: separado, en una categoría completamente diferente y superior, está a otro nivel, sin competencia, ni comparación.

Por ejemplo, la Biblia nos dice en

1 Samuel 2: 2: ¡Nadie es santo como el Señor! Aparte de ti, no hay nadie; no hay Roca como nuestro Dios.

El NO reconocer la santidad de Dios

es lo que en ocasiones nos lleva a menospreciarlo, menospreciar su presencia, sus obras, su Palabra y su amor.

Isaías 6: 1 - 4 dice: 1 “El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo. 2 Lo asistían poderosos serafines, cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies y con dos volaban. 3 Se decían unos a otros: «¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!». 4 Sus voces sacudían el templo hasta los cimientos, y todo el edificio estaba lleno de humo.”

Para mí me es impresionante meditar en la Santidad de Dios, porque en ningún otro atributo de Dios usted verá que se nos dice que Dios es digno, digno, digno; grande, grande, grande, pero el de la Santidad de Dios nos dice que es Santo, Santo, Santo.

Con toda honestidad puedo confesar sin temor alguno que soy demasiado ignorante, incapaz y torpe para describir la santidad de Dios, puedo tratar de unir un montón de palabras bonitas, elaboradas, que suenen bien; pero la verdad es que siento que de cualquier forma que trate de describirla, solo haré el ridículo, porque el expresar que Dios es Santo, Santo, Santo es muestra de que Dios está a otro nivel. Está más allá de nuestro entendimiento, de nuestro nivel intelectual, de nuestro razonamiento humano.

Por eso es que cuando reconocemos la santidad de Dios, nunca más lo podremos mirar de la misma manera, pensar en Él de la misma manera, acercarnos a Él de la misma manera, porque cuando reconocemos su santidad, nos damos cuenta de que solo por su amor y su gracia no hemos sido consumidos, el conocer la santidad de Dios nos impulsa a un temor reverente por Dios.

Los serafines lo admiraban a tal punto que nos dice la palabra que ellos se declaran unos a otros: ¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! No nos dice que ellos le decían al Señor, Santo, Santo, santo, sino que entre ellos se regocijaban cuando admiraban a Dios y se declaraban el uno al otro como diciendo: ¡Ya viste que El Señor es Santo, Santo, Santo; viste que Él es el Señor de los Ejércitos Celestiales! Te fijaste que: ¡Toda la tierra está llena de su gloria!

Es tanta la admiración de los serafines que en su alabanza y regocijo por ver la santidad de Dios, sus voces sacudían el templo hasta los cimientos, y todo el edificio estaba lleno de humo. La Santidad de Dios es tan impresionante que estos mismos poderosos serafines cubrían su rostro y sus pies delante del Señor.

Su Santidad y Nosotros

Cuando Isaías se vio delante de la santidad de Dios, lo primero que declaró fue:

Isaías 6: 5 «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales».

Analicemos esto; en el

  1. 1: El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo.

Esto sucedió en el tiempo que murió el rey Uzías y la Biblia nos enseña en 2 Crónicas 26 que Uzías:

  • Hizo lo que era agradable a los ojos del Señor (v. 4).
  • Buscó a Dios y Dios le dio éxito (v. 5).
  • Dios lo ayudó en cada una de las guerras que enfrentó (v. 7). Restableció a Jerusalén (9 - 10).
  • Tenía un ejército de guerreros bien entrenados (v.11).

Pero nos dice en

2 Crónicas 26:16: “Pero cuando llegó a ser poderoso, Uzías también se volvió orgulloso, lo cual resultó en su ruina. Pecó contra el Señor su Dios cuando entró al santuario del templo del Señor y personalmente quemó incienso sobre el altar del incienso.”

El corazón de Uzías se llenó de tanto orgullo y prepotencia que tomó en poco la santidad de Dios y fue a realizar lo que Dios había ordenado, que era exclusivamente para los sacerdotes. Pero cuando el sumo sacerdote con 80 sacerdotes del templo fueron tras él, para que no cometiera aquel pecado, nos dice el v. 19 que Uzías se puso furioso y mientras expresaba su rabia contra los sacerdotes, Dios, quien lo había bendecido por más de 50 años, Dios quien le había dado poder, Dios quien lo había cuidado de sus enemigos, Dios quien le había dado victorias, ahora lo hirió con lepra en su frente, expresando de esa forma que su santidad jamás debe tomarse en poco.

Nosotros jamás debemos tomar en poco la presencia de Dios, jamás debemos venir delante de aquel que nos amó tanto, que envió a su hijo a morir en la cruz con prepotencia y altivez, debemos venir a Él reconociendo nuestros pecados, nuestra maldad, nuestra corrupción, nuestra iniquidad, debemos venir a Él, con tal reverencia que jamás nos olvidemos de quién es Él.

Es cierto que el velo del templo fue rasgado para que tú y yo tuviéramos acceso a Dios, es cierto que Dios está con nosotros en todo tiempo, es cierto que Dios disfruta estar con nosotros, pero eso jamás nos debe llevar a nosotros a sentirnos que podemos menospreciarlo con nuestras acciones.

Inclusive cuando Jesús nos enseña en Mateo 6: 9 que al orar, comencemos diciendo: Padre nuestro, que estás en el cielo, que sea siempre santo tu nombre; estaba demostrándonos que cuando oremos reconozcamos delante de quien estamos, reconozcamos con quien estamos conversando y eso nos debe llevar a un temor reverente, no a una prepotencia peligrosa.

Por eso es que Isaías entra en un terror impresionante cuando se ve delante del Señor, porque cuando nos damos de frente con la santidad de Dios, es que podemos ver claramente nuestra imperfección y maldad. Isaías se ve de frente con la santidad de Dios y analiza su maldad, él pensó que definitivamente moriría.

CONCLUSION

En el

Salmo 99: 1 - 5 dice: 1 ¡El Señor es rey! ¡Que tiemblen las naciones! Está sentado en su trono, entre los querubines. ¡Que se estremezca toda la tierra! 2 El Señor se sienta con majestad en Jerusalén, exaltado sobre todas las naciones. 3 Que ellas alaben tu nombre grande y temible. ¡Tu nombre es santo! 4 Rey poderoso, amante de la justicia, tú has establecido la imparcialidad. Has actuado con justicia y con rectitud en todo Israel. 5 ¡Exalten al Señor nuestro Dios! ¡Póstrense ante sus pies porque él es santo!

El Salmista llama a reconocer a Dios en su esplendor y Santidad y expresa primeramente que Dios es rey, pero no es cualquier rey, sino que es el rey que hace temblar las naciones, sin la necesidad de pararse de su trono, sino que aún sentado hace estremecer toda la tierra. Más aún, él expresa que Dios es exaltado sobre todas las naciones, y que merece ser alabado, porque su nombre es grande y temible, y su nombre es santo. Luego termina esta porción diciendo: ¡Exalten al Señor nuestro Dios! ¡Póstrense ante sus pies porque él es santo!

Sinceramente. ¿Cuántos de nosotros, cuando nos despertamos esta mañana y nos preparábamos para llegar a este lugar, cuando estacionamos los carros, entramos a este lugar pensando: ¿Llegué a este lugar para alabar y exaltar al rey, al que hace temblar las naciones, al que está sentado en su trono y hace estremecer toda la tierra? La verdad es que posiblemente muy pocos o ninguno pensó algo así. Algunos asistimos porque:

  1. Es domingo y es lo que hacemos los cristianos.
  2. Otros porque necesito una palabra de parte de Dios que me dé ánimo.
  3. Otros porque tengo necesidad y quiero que Dios intervenga, 4. Otros porque se pone chévere el ambiente.
  4. Otros porque trajeron a sus hijos.

Pero estoy seguro de que muy pocas personas vienen a este lugar porque lo ven como el privilegio que tenemos junto con todos los santos de adorar el poderoso, impresionante, maravilloso nombre del Señor.

La manera en que miramos a Dios, la perspectiva que tenemos de Dios es lo que determina nuestra actitud para con Él,

si lo rebajamos a nuestro razonamiento, claro que se nos dificultará alabarlo, adorarlo, reconocerlo, tener reverencia delante de Él; pero si reconocemos que Él es el Santo, Santo, Santo Dios, nos sentiremos con un temor reverente, con un gozo inexplicable, con un amor incalculable, con un agradecimiento inigualable. ¿Cómo miras a Dios?

Dios es Santo, Santo, Santo y está en una categoría, por sí solo, nada, ni nadie se compara a Él, Su santidad es tan impresionante que cuando usted lee en el libro de Apocalipsis 4 nos explica que

Juan vio un trono en el cielo y alguien sentado en él, lo rodeaban 24 tronos, donde estaban sentados 24 ancianos, en el centro del trono había cuatro seres vivientes, cada uno cubierto de ojos por delante y por detrás, cada uno de los seres vivientes tenían diferentes aspectos, pero nos dice en los

  1. 8 - 11 que: “Día tras día y noche tras noche repiten continuamente: Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que siempre fue, que es y que aún está por venir.”

Luego explica que:

“Cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre, los veinticuatro ancianos se postran y adoran al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre), y ponen sus coronas delante del trono diciendo: Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios, de recibir gloria y honor y poder. Pues tú creaste todas las cosas y existen, porque tú las creaste según tu voluntad”

Mi pregunta es, si en el cielo, los seres vivientes que viven por la eternidad, que nunca han pecado, que siempre han estado delante de la majestad, de la santidad, de la gloria de Dios, adoran de esta manera, con una extrema reverencia,

cuanta mayor reverencia debo tener yo, no solo cuando lo alabo, no solo cuando vengo a la iglesia, sino simplemente cuando pienso en Él.

Inclusive en Apocalipsis 6: 15 - 16 nos explica que cuando el cordero rompió el sexto sello, llegó una parte donde nos dice que:

15 “Entonces todo el mundo—los reyes de la tierra, los gobernantes, los generales, los ricos, los poderosos, todo esclavo y hombre libre—se escondió en las cuevas y entre las rocas de las montañas. 16 Y gritaban a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro de aquel que se sienta en el trono, y de la ira del Cordero.”

Dios merece que nosotros le guardemos la más óptima e impresionante reverencia, porque Él es Santo, Santo, Santo, Él no es cualquier dios, Él no es diosito, ni Chuito, Él merece que cuando pensemos en Él, esto nos produzca él más óptimo temor y la mayor reverencia, que nuestros corazones se compunjan, mientras nuestro ser permanece en total admiración por su santidad.

Como dije anteriormente: La Biblia nos enseña que cuando Cristo murió el velo del templo fue rasgado de arriba hacia abajo y gracias a eso tenemos acceso a la presencia de Dios, pero no debemos confundir eso con irreverencia, con falta de temor, con indiferencia, al contrario, eso nos debe llevar a meditar en el hecho de reconocer que no merecemos nada y que es por su amor y su gracia que podemos acercarnos a Él, que podemos venir a Él y eso nos debe llenar de asombro, admiración y adoración.

Por esa razón quisiera preguntar:

  • ¿Qué tanto admiras a tu Dios? Cuando piensas en Dios.
  • ¿Qué te viene a la mente?
  • ¿Qué pensamientos te llegan?
  • ¿Acaso piensas en Él y sientes una admiración impresionante, un temor reverente como el que experimentó Isaías?

¿O te sientes como Uzías que te da lo mismo, que eres indiferente a su santidad, que sientes que no tienes por qué vivir en un temor reverente, que el encuentro con su presencia es tan casual como lo tendrías con un amigo que hace tiempo no ves?

Creo que es tiempo de que rindamos nuestros corazones y nuestras vidas delante de nuestro Rey y Señor.

Así que en este día: ¡Exalten al Señor nuestro Dios! ¡Póstrense ante sus pies porque él es santo! Postrémonos delante de nuestro Señor y Rey. En este día yo quiero invitarte a meditar en cuan santo, santo, santo es nuestro Dios.

Isaías 57: 15 dice que: El Alto y Majestuoso que vive en la eternidad, el Santo, dice: «Yo vivo en el lugar alto y santo con los de espíritu arrepentido y humilde. Restauro el espíritu destrozado del humilde y reavivó el valor de los que tienen un corazón arrepentido.”

El mismo Dios que es Santo, Santo, Santo nos dice que aunque vive en el lugar alto y santo, él habita con los de espíritu arrepentido y humilde.

Si aún no le has entregado tu vida a Jesús, yo quisiera que entendieras que ese Dios, que es Santo, Santo, Santo, se hizo hombre, vino al mundo y murió en la cruz del Calvario, porque aún conociendo tus pecados y los míos, tus imperfecciones y las mías, Él anhela tener una relación personal y cercana con nosotros, porque nos ama y por eso es que te da la oportunidad de venir a Él con un espíritu arrepentido y humilde, con todas tus imperfecciones, Él te da la oportunidad de pedirle que te ayude, te transforme y te salve. ¿Así que cuál es tu decisión hoy?.

Para el resto de nosotros, Dios nos está llamando a vivir de manera tal que vivamos con un temor reverente, con una devoción genuina, con una admiración impresionante, porque es así de esa manera que viviremos para declarar que:

NO HAY NADA MEJOR QUE SER CRISTIANO