INTRODUCCION Si hay algo que vemos consistentemente en el libro de Santiago es como él confronta áreas que pueden afectar al cristiano en su relación con la fe. Como lo que estaremos estudiando en este día, hoy veremos el poder que tiene la lengua. MENSAJE El Obstáculo De La Lengua Existen diferentes reacciones en las personas cuando se habla de temas relacionados con la lengua, a muchos les parece jocoso, otros se ofende y se molestan, otros lo ignoran y piensan en alguien a quien le aplica el mensaje. Hay personas que no alcanzan a comprender el peso tan impresionante que tienen las palabras; no solo para las personas a las que se las declaramos, sino a nosotros mismos. Las palabras no pueden cambiar la realidad, pero cambian la manera en que las personas la perciben. Por eso es que cuando una persona recibe constantes insultos como: eres bruto, aunque la persona no sea bruta, es posible que la persona comience a tener una percepción de sí misma de que es bruta, aun cuando no lo es. Así de poderosas son las palabras. Santiago entiende esto, por eso nos dice en Santiago 3: 1 - 2 “Amados hermanos, no muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta. Es cierto que todos cometemos muchos errores. Pues, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido”. Santiago no nos está desanimando de enseñar en la iglesia, lo que nos está demostrando es el poder que tienen nuestras palabras, está buscando que entendamos que con gran influencia, también hay una gran responsabilidad y que somos responsables de toda palabra que sale de nuestra boca. Por eso nos explica que la lengua es tan poderosa que si pudiéramos dominarla, seríamos perfectos, capaces de controlar todas las demás áreas de nuestra vida. Pero no solo Santiago nos habla del cuidado que tenemos que tener cuando usamos nuestra lengua. Jesús dijo en Mateo 12: 33 - 35: “A un árbol se le identifica por su fruto. Si el árbol es bueno, su fruto será bueno. Si el árbol es malo, su fruto será malo. 34 ¡Camada de víboras! ¿Cómo podrían hombres malvados como ustedes hablar de lo que es bueno y correcto? Pues lo que está en el corazón determina lo que uno dice. 35 Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón”. Es tan impresionante el poder de nuestras palabras, al punto que Jesús nos enseña que lo que decimos está directamente relacionado con nuestro corazón y revela lo que verdaderamente hay en él. Es como la historia que en una ocasión leí de un médico en la Segunda Guerra Mundial en África del Norte, que cuando en la mañana se acercaba a los soldados, les decía: “Hola, ¿cómo están? ¿Cómo se sienten hoy?”y al final de las preguntas y respuestas les decía a los soldados: “Saca la lengua”. En ese momento el médico tomaba el tiempo para observar con detenimiento la lengua, la saliva, la condición y el color de la lengua. Descubrí que la razón por la que este médico hacía esto es porque a través de la evaluación y análisis de lengua se pueden diagnosticar enfermedades del cuerpo aunque no tenga nada que ver directamente con la lengua. Por eso este médico cada vez que hacía su recorrido para inspeccionar a los pacientes, les pedía que sacaran sus lenguas, porque en la condición de la lengua se encontraba más información en cuanto a la salud que la que ellos mismos podían expresar. En otra ocasión, escuché de un paciente que tenía una bolita en la lengua y cuando el doctor comenzó a explorar resultó que la bolita en la lengua, tenía raíces profundas que llevaron a los médicos a descubrir un tumor canceroso que radicaba en el área de la garganta. Lo que parecía una bolita insignificante en la lengua, llevó a los médicos a descubrir un problema mayor que radica en lo profundo. Jesús nos está dando una guía clara de que si queremos verdaderamente conocer lo que está en nuestro corazón, es necesario que evaluemos nuestras palabras. Una pregunta que nosotros debemos hacernos es ¿Por qué? ¿Por qué dijimos lo que acabamos de decir? ¿Por qué pensamos como pensamos? El preguntarnos el porqué, nos revelará lo que hay en el corazón. Me explico. Si usted le dice a su hija palabras como: ¿Tú nunca te dejes tomar el pelo de nadie? Pregúntate ¿Por qué le acabo de decir eso? Sobre la superficie, uno pudiera contestar: Porque es mí hija y no quiero que se deje tomar el pelo de nadie. ¿Pero uno debe continuar preguntándose el porqué? Porque esa contestación es lo que podemos todos contestar de manera rápida y superficial. Pero es muy posible que en el trasfondo de esa contestación haya heridas que aún no han sanado, haya resentimientos que aún no se han confrontado, cosas que le afectaron y ahora de forma inconsciente y sin mala intención, usted puede estar afectando también a su hija. Ejemplos como estos nos revelan lo que verdaderamente hay en el corazón. Por esa razón es que nos dice Hebreos 12: 15 “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos”. Lo que nos revela que si no lidiamos con las áreas de resentimientos, amarguras, falta de perdón etc. de nuestros corazones, inevitablemente contaminaremos con nuestras palabras a los que nos rodean. El Peso De Las Palabras Cuando Santiago continúa, él nos da 3 ejemplos: 1. El freno de un caballo; 2. El timón de un gran barco; 3. Una llama de fuego. Santiago explica cómo algo tan pequeño, tiene la habilidad de controlar algo tan inmenso como lo es el cuerpo, las decisiones, la vida, el futuro o el destino de las personas. Proverbios 18: 21 dice que: “La lengua puede traer vida o muerte; los que hablan mucho cosecharán las consecuencias”. Y esto es cierto porque lo que decimos puede afectar muchísimo más de lo que pensamos. Esto nos demuestra que tiene mucho peso como empleamos nuestra lengua y nuestras palabras y la habilidad de producir vida o muerte a los que nos rodean e inclusive a nosotros mismos. Por eso es que Jesús añade en los 36 - 37: “Les digo lo siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te condenarán». Las palabras no se las lleva el viento, sino que toda palabra que decimos es pesada y procesada por Dios. Es por esa razón que aún Santiago expresa en Santiago 3: 9 - 10: “A veces alaba a nuestro Señor y Padre, y otras veces maldice a quienes Dios creó a su propia imagen. 10 Y así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos míos, ¡eso no está bien!”. Y el motivo por el que expresa al principio del capítulo de que por esa razón es que no deberíamos enseñar, es por el nivel de confusión que causamos cuando no somos coherentes con lo que enseñamos y vivimos. Hablamos de Jesús, alabamos a Jesús y luego criticamos, nos burlamos, o maldecimos al prójimo. La Biblia nos expresa tantos ejemplos de personas que trajeron vida o muerte a otros con sus palabras. Un ejemplo lo vemos en 2 Crónicas 22: 2 - 4 que nos dice: “Ocozías tenía veintidós años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén un año. Su madre se llamaba Atalía y era nieta del rey Omri. Ocozías también siguió el mal ejemplo de la familia del rey Acab, porque su madre lo animaba a hacer lo malo. Hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que la familia de Acab. Los parientes de Acab incluso llegaron a ser asesores de Ocozías después de la muerte de su padre y lo llevaron a la ruina”. Las palabras de esta madre llevaron a su hijo a la ruina. Pero si vemos su trasfondo, no estoy seguro de que pudiera culparla, porque ella solo debió haberle impartido a su hijo lo que tenía en su corazón. Digo esto, porque nos dice en el v. 2 que Atalia era nieta de Omri. Entonces quién era Omri. Esto es lo que la Biblia dice de Omri en 1 Reyes 16: 25 - 26: “Sin embargo, Omri hizo lo malo a los ojos del Señor, peor aún que todos los reyes anteriores. 26 Siguió el ejemplo de Jeroboam, hijo de Nabat, en cuanto a todos los pecados que Jeroboam había cometido y que hizo cometer a Israel. Con sus ídolos inútiles, el pueblo provocó el enojo del Señor, Dios de Israel”. Luego Omri tuvo un hijo llamado Acab y nos dice en 1 Reyes 16: 30 - 33: “Sin embargo, Acab, hijo de Omri, hizo lo malo a los ojos del Señor, peor aún que todos los reyes anteriores. Y como si fuera poco haber seguido el ejemplo pecaminoso de Jeroboam, se casó con Jezabel, hija del rey Et-baal, de los sidonios, y comenzó a inclinarse y a rendir culto a Baal. Primero construyó un templo y un altar para Baal en Samaria. Luego levantó un poste dedicado a la diosa Asera. Acab hizo más para provocar el enojo del Señor, Dios de Israel, que cualquier otro de los reyes anteriores de Israel”. Atalía solo le pudo invertirle a su hijo las palabras y consejos de lo que guardaba en su corazón y aprendió de su padre, su madre, su abuelo y sus dioses falsos y esto llevó a Ocozías a la ruina. Usted se preguntará; ¿cómo llegué a esa conclusión? Por lo general nosotros somos el resultado de lo que vivimos y aprendimos en el ambiente en el que nos desarrollamos y nos criamos. Por lo general cuando somos niños y adolescentes, buscamos de manera directa o indirecta agradar a nuestros padres y por eso tendemos a imitar sus conductas, costumbres, comportamientos, pero también sus expresiones y forma de hablar. Así es que sobrevivimos, con el pasar del tiempo, eso está tan incrustado en nuestra personalidad que tiene que venir algo mayor o alguien superior con el que nos identifiquemos tanto que comience a romper todos esos patrones y eso lo puede hacer Jesús. Por esa razón es que si queremos traer vida y no muerte con nuestras palabras, es necesario: Primeramente, analizar nuestros corazones y ver qué hay en él. Esto lo hacemos cuando rebuscamos y nos preguntamos: ¿Verdaderamente amo a Dios con todo mí corazón, mente y alma? ¿Hay alguien a quien aún no he podido perdonar? ¿Puedo morir en paz, sabiendo que he resuelto todos mis asuntos? Lo segundo que podemos hacer para traer vida y no muerte es leer para llenarnos de la Palabra de Dios. De lo que llenamos nuestra mente, es que se llenará nuestros corazones. Nuestra mente es el acceso y el filtro a nuestros corazones y si no lleno mí mente con la Palabra de Dios, lo que sucederá es que permitiremos que las palabras hirientes, dañinas o las experiencias dolorosas sean las que gobiernen mí corazón y lo que saldrá de mí boca dañará. Lo último que debemos hacer es hablar constantemente con Dios. Mientras más hablemos con Dios, mientras más llevemos nuestras situaciones a Dios, mientras más comunicación tengamos con Dios, más absorberemos su lenguaje y hablaremos palabras que traigan vida y no muerte. Pudiéramos ver un ejemplo diferente al de Atalía, con Loida y Eunice en 2 Timoteo 1: 5 - 7 donde Pablo dice a Timoteo: “Me acuerdo de tu fe sincera, pues tú tienes la misma fe de la que primero estuvieron llenas tu abuela Loida y tu madre, Eunice, y sé que esa fe sigue firme en ti. 6 Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos. 7 Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez, sino de poder, amor y autodisciplina”. Como he mencionado anteriormente, las palabras de bendición, edificación, la inversión de esta madre y abuela, es lo que Pablo utiliza para animar a Timoteo y darle fortaleza en un proceso difícil de su vida. CONCLUSION Personalmente, creo que las palabras de una madre que trajeron vida a sus hijos y que más me impacta, las vemos en 2 Reyes 4: 8 - 36 donde había una mujer de Sunem que un día quiso hacerle una habitación a Eliseo para que tuviera donde descansar cuando pasara por su ciudad. Un día estando Eliseo en ese lugar, Eliseo le declara a esta mujer, la cual no había podido tener hijos, que para el próximo año, Dios le daría un hijo y así fue. Sin embargo, algún tiempo después el hijo de la sunamita salió a trabajar con su padre y se enfermó, el padre lo envió con ella y al medio día el hijo murió. Cuando muere nos dice el 21 que: “Ella lo subió y lo recostó sobre la cama del hombre de Dios; luego cerró la puerta y lo dejó allí”. En ese momento ella se dispuso a buscar a Eliseo y nos dicen los 25 - 26: “Cuando ella se acercaba al hombre de Dios, en el monte Carmelo, Eliseo la vio desde lejos y le dijo a Giezi: «Mira, allí viene la señora de Sunem. Corre a su encuentro y pregúntale: “¿Están todos bien, tú, tu esposo y tu hijo?”». «Sí—contestó ella—, todo está bien». Me llama mucho la atención cómo esta mujer no quiso desperdiciar sus palabras en buscar respuestas con quien no las había, como ella sabía que con quien tenía que hablar era con el hombre de Dios, porque cuando Giezi le pregunta si estaba todo bien, ella solo le contestó: Sí, todo está bien. Como expresando, para qué te cuento mi problema, si tú no puedes hacer nada al respecto. Ella continuó hasta encontrar al hombre de Dios, y cuando llegó a él, nos dice: que ella se postró en el suelo y se agarró de sus pies, cuando Giezi quiso apartarla: Eliseo le dijo a Giezi: “Déjala. Está muy angustiada, pero el Señor no me ha dicho qué le pasa”. En ese momento Eliseo mandó a Giezi que fuera a poner su vara sobre el hijo. Pero en el 30 dice: “Pero la madre del niño dijo: «Tan cierto como que el Señor vive y que usted vive, yo no regresaré a mi casa a menos que usted venga conmigo». Así que Eliseo volvió con ella”. En fin Elíseo fue con ella y el hijo resucitó. ¿Por qué uso esta ilustración? Porque esta mujer supo cómo emplear sus palabras, ella pudo haber renegado, pudo haber maldecido, pudo haber expresado el dolor que tenía en su corazón. Pero ella decidió buscar al hombre de Dios, y clamar hasta ver que el hombre de Dios, hiciera un milagro. Esto es lo mismo que podemos hacer el día de hoy; porque ella tuvo que ir hasta el monte Carmelo a buscar al hombre de Dios; pero para nosotros el velo del templo fue rasgado, no tengamos que buscar de nadie más, para que interceda a Dios por nosotros, sino que nosotros podemos usar nuestras lenguas y nuestras bocas para adorar y clamar a Dios a favor de nuestros hijos, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra salud y traer vida, por medio de nuestras palabras, de nuestra adoración y nuestro clamor. Analicemos nuestros corazones y quitemos de nosotros toda raíz de amargura, todo resentimiento, todo lo que puede estorbar o ser un obstáculo para nuestro clamor. Si usted aún no ha entregado su vida a Cristo, es importante que entendamos el poder que tienen las palabras. Son tan poderosas que nos dice en Romanos 10: 9 - 10: “Si declaras abiertamente que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. 10 Pues es por creer en tu corazón que eres hecho justo a los ojos de Dios y es por declarar abiertamente tu fe que eres salvo. Como nos dicen las Escrituras: «Todo el que confíe en él jamás será avergonzado». Su palabra y declaración es tan poderosa que si usted en este día declara que Jesús es el Señor y Salvador de su vida, usted será salvo y tendrá la bendición de vivir una vida nueva, con un nuevo corazón, una nueva identidad, un nuevo comenzar, una vida plena, una vida de paz y aún más, tendrá vida eterna. Salgamos de este lugar creyendo y declarando palabras de vida y bendición, sobre nuestras vidas, nuestros hijos, nuestras familias, nuestro matrimonio, sobre todo lo que Dios nos ha permitido ser parte, declare palabra de bendición sobre su iglesia, sus pastores, sus líderes, sus mentores etc. sus compañeros, sus familiares y verá cómo su vida jamás será la misma. Yo oro que sus palabras siempre produzcan vida y nunca muerte y que de esa manera viva para declarar que: NO HAY NADA MEJOR QUE SER CRISTIANO